martes, 28 de diciembre de 2010

Horizonte

Reflexionar sobre lo urbano, la situación del país y los acontecimientos que sufrimos en las calles de Caracas llenas de angustia y desesperación, me incentiva en tomar colores, formas y testimonios fotográficos de personas que luchan y sienten el pesar de los días sobre hombros cansados. Tal como el peso de una cruz de mil toneladas.

Respirar el aire sofocante mezclado con smog automotor, la lluvia y la humedad de Caracas nos hace sentir más capitalinos, plásticos y corrosivos. Como alguna vez dijera Cayayo Troconis: “todo aquí es de goma y un respiro infla felicidad”. Felicidad es aquella que los sobrevivientes de las calles sentimos en los pequeños espacios en que nos abstraemos. Los lapsus de tiempo en que nos transportamos en nuestros pensamientos y el despertar sabiendo que aun estamos vivos. Rodeados de lo que comúnmente llamamos urbe.

Horizonte

Un pensamiento es un gesto. Un gesto es una imagen en el rostro y esta imagen es sin palabras, lo más puro que puede expresar un ser humano. No hay poses, ni predeterminación posible. Todo es espontáneo, tan espontáneo como las situaciones que nos rodean, como las consecuencia de actos ajenos que nos flagelan y que nos someten día tras día y nos obligan a ser mas insensibles; ¿Qué culpa tenemos de pagar estas consecuencias? Consecuencias que se sufren como las de aquel humilde señor que manejando su camión Ford avista el horizonte en el estancado tráfico de la capital, soñando en salir de éste, para simplemente ver a su familia o tomarse par de birras con sus amigos. ¡No hay salida! ¡No hay vuelta atrás! Este maldito tráfico es en sí, la desgracia de todos los que tenemos que sobrevivir en las grandes ciudades. El respiro vendrá pronto, lo sabemos pero el “rat-race”¹ aniquila nuestra mente y espíritu. Nos atropellamos los unos a los otros. Nos canibalizamos por querer ser los primeros en una carrera inútil y hostil al cambio de la luz de un semáforo inteligente, que a pesar de su autómata inteligencia, genera más caos y bocinazos al tímpano, convirtiéndonos en rebaños guiados por luces y mímicas de fiscales de tránsito. No hay rescate en este abismal caudal de chatarra, aquí la anarquía es ley y como la ley no existe, qué queda de la anarquía. Sin embargo hay una salida – un horizonte que se ve a unos cuantos metros de distancia. La tierra firme para una gaviota que se encuentra en altamar, o para un naufrago que lleva días con los riñones oxidados de agua salada…mas allá está, a solamente 20 metros de distancia hay un cruce.

¿Lo tomo o lo dejo?

1. Si lo dejo, hay más tráfico
2. Si lo tomo, hay más tráfico
3. Si no hago nada, muero
4. Todas las anteriores (es imposible)

Todo es irreversible. Tan irreversible como el momento en que se toma una fotografía, como en el instante en que se oprime un obturador. Aquí estamos y aquí seguiremos. Caracas es una gran jungla de concreto. Es una consecuencia de nuestro exacerbado consumo, de nuestro estrés y de nuestros miedos. Cada bocanada de aire es una esperanza a la vida.


Título de la serie fotográfica: Around my environment!

JM

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