viernes, 4 de mayo de 2012

El último de los baqueanos


El baqueano no conoce fronteras ni límites. Es un gallardo oficio arrebatado por el mal llamado progreso urbano que goza de muchos adjetivos para definirse a sí mismo. Aquel hombre pudiese responder a prodigiosos calificativos, propios de un rico vocabulario para enaltecer a tan prestigiosa obra de cruzar a monta o a pie, los más inhóspitos senderos de los páramos andinos, vírgenes de la hoz y del arado del hombre.

Daniel Toro "El Baqueano"

El baqueano que por años se hace conocedor del entorno; es ávido, versado, perito y para redundar, experto en las extensas llanuras. No le teme a la noche y se cataloga como fiel madrugador en las alboradas gélidas de la montaña, coexistiendo junto a la naturaleza donde el hombre y la bestia se aúnan al crespúsculo diario del ocaso. Su respiración no falla y los límites se achican. El tiempo deja de existir para que los minutos y segundos se filtren como agua en los vastos riachuelos andinos, siendo así, un elemento sin importancia en sus versadas decisiones. 

En el recorrido los riscos se unen con el cielo y la edad de la humanidad se hace ínfima. Un mar de frailejones tapizan el terreno árido de las montañas rocosas, donde los crudos vientos de la noche abruman la piel del baqueano que aún no llega a su destino final. Las bestias simpatizan con el esfuerzo y aunque la carga se haga pesada, decaer en el recorrido no es opción, más aún cuando la pasión de la labor sobrepasa imposibles. Mirar hacia atrás es dejar columnas de piedras sin acceso alguno para retornar. La neblina ofusca la vista del viajero que confunde el horizonte con las aterciopeladas hojas de los frailejones, que en ocasiones se tornan plateadas y a veces de un color verde pálido; formándose constelaciones vegetales que nos llenan cada mes de marzo de flores amarillas. Retoños que sirven de cocuyos al inagotable caminante de los páramos andinos.

las tapias...encofrados que perduran

Al llegar al fogón de su hogar, el baqueano cuenta sus hazañas y serán historias que quedarán como fábulas de pueblo. Los niños no creerán en los cuentos de camino y mucho menos creerán en la conquista de los picos nevados, ni de las largas travesías hostiles.

Estas perecederas palabras son dedicadas al que yo considero; “el último de los baqueanos”, Don Daniel Toro, que con su amor al páramo ha hecho realidad relatos de camino y recorridos imposibles, coexistiendo perfectamente en el inclemente entorno desértico del paramo merideño.

Desde la mesita redonda; el caballo, el gavilán y el ciote, son los fieles testigos de su largo camino recorrido.


Título de la serie fotográfica: D'Film (vidas, páramos y familias)
Versión full color: Daniel Toro "El Baqueano"

JM

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