- I -
Las crónicas
Las crónicas
Se atestiguó en una de las actas del caribe, que el Uróboros carente de temperamento tiene una nula noción del espacio. Vale acotar, que este animal no se la lleva bien en los espacios confinados debido a que se compone en su totalidad de una magnitud física que se hace llamar “tiempo”, que aunque se creyó atrapada en la atarraya de unos pescadores que navegaban cerca de las ruinas de la antigua ciudad de Nueva Cádiz, su captura fue imposible. Su aprehensión, es la perpetua locura del ser humano.
Luego de la destrucción de los ostrales, la historia nos recuerda que no fue la fétida mordida del reptil la que causó la muerte del capitán del peñero y de su ayudante de pesca, sino el cansancio en desanudar e izar las extensiones de los eternos sistemas de redes que conforman a la gran atarraya. La confección de estas trampas (cosa que pocos conocen) es por medio de nudos que se van entrelazando con diferentes materiales caseros. Es el lugar donde descansan miles de pescados amordazados en forma de fiambres. Los vertebrados, que en su conjunto forman cúmulos de cuerpos asediados, encarnan el festín de los menesterosos en épocas de escasez, que en ocasiones aguardan a los momentos perfectos para que los agudos ojos de la trinidad o más bien de un trío de buitres (que por la eternidad han atestiguado en los hechos del mar caribe), glorifiquen los frutos que honran a tantos pescadores y que contradictoriamente desconciertan a las aves costeras que ahora son los malhechores que hurtan su propio alimento.
- II -
La aprehensión del Uróboros
La aprehensión del Uróboros
Uno de los testigos que merodeaba la embarcación dijo haber visto una madeja de nailon y varios plomos en el tobillo del ayudante de pesca que se encontraba en la cubierta de la nave. Ante el asombro, se preguntó por qué aquel hombre no pudo zafarse del enredo que él mismo había creado en la proa. Mientras tanto un segundo testigo, mejor adoctrinado en las ciencias marinas declara que visualizó la cabeza de un reptil que se enganchaba fuertemente sobre la popa, causando una marejada terrible que hizo tambalear a la embarcación, tensando fuertemente a la atarraya como si se tratase de un rodillo mecánico que iba engullendo a los vertebrados acuáticos a la profundidad del mar. El reptil, que terminó por girar su cuerpo de forma transversal, también ocasionó la enajenación del ayudante de pesca, que fatigado de luchar contra su propio enredo, terminó enmarañado de cuerpo entero en la red listo para ser tragado por el reptil como si se tratara de una larva en su fase inicial.
Entre tanto, el capitán se percató de lo ocurrido y corrió por la cubierta de la nave. Este propinó un fuerte golpe con el filo de uno de los anclas directo a la testa del reptil.
Nos cuenta un tercer testigo, que acto seguido el animal aferró su mandíbula con más fuerza al borde de la nave provocando un movimiento basculante que ocasionó la abrupta caída del capitán y su posterior desmayo. Los otros testigos mientras tanto empezaron con el festín. Una lluvia de pescados triturados en pedazos; de aletas, cabezas y espinazos hacía imaginar que los tres hambrientos seres eran acróbatas en medio de un circo de malabares sumergidos en la lucha por conseguir el tan apreciado alimento. Tiempo después, el trío estaba degustando de coro-coros que saltaban asfixiantes en cada uno de sus respectivos tragaderos.
Nos cuenta un tercer testigo, que acto seguido el animal aferró su mandíbula con más fuerza al borde de la nave provocando un movimiento basculante que ocasionó la abrupta caída del capitán y su posterior desmayo. Los otros testigos mientras tanto empezaron con el festín. Una lluvia de pescados triturados en pedazos; de aletas, cabezas y espinazos hacía imaginar que los tres hambrientos seres eran acróbatas en medio de un circo de malabares sumergidos en la lucha por conseguir el tan apreciado alimento. Tiempo después, el trío estaba degustando de coro-coros que saltaban asfixiantes en cada uno de sus respectivos tragaderos.
¿Cuánto habrá transcurrido desde que empezó el festín? Los testigos no tenían noción alguna del tiempo por tratarse de una mera invención humana. Estaban los tres echados en la cubierta del barco atiborrados de pescados hasta las sienes. Empezaron a aletear para levantar el vuelo, pero casi no podían moverse y vieron cómo el reptil aflojaba las mandíbulas de la popa e iba cayendo desplomado a la profundidad del mar, tensando aún más el cuerpo del casi engullido ayudante de pesca que fue arrastrado a la impenetrable oscuridad del arrecife caribeño. El capitán luego se reincorporó. No volvió a ver a su ayudante ni a otros testigos en las cercanías, ya todos se habían marchado muy lejos. Un perol plástico que flotaba en el agua afloraba la esperanza de contar con alguno de los extremos para volver a levantar la atarraya. El capitán titubeó por un momento si izarla de nuevo o no, pero al final decidió por izarla. Lo que no sabía era que la inmensidad de la atarraya y su “sin final” terminarían por enloquecerlo de por vida.
Patrañas y apólogos del capitán se dijeron en todos confines de la tierra. Solamente dos verdugos fueron los que se posaron en la proa a esperar el día del juicio final. Algunos aseguraron que los verdugos son buitres y que ambos representan el transcurrir de la jornada en horas diurnas y nocturnas. Pero lo cierto es, que sus rostros nunca se pudieron ver. Hay quienes se atreven a argüir que ese par alientan al pobre hombre en el eterno izar de la gran atarraya. Al final, son sistemas de redes que descansan en las profundidades del mar caribe…lejos, muy lejos de una simple quimera creíble.
Los verdugos, que desde el principio de la humanidad han observado al solitario capitán, no se han preguntado nada, solo argumentan que el tiempo es como un reptil que nos traga y que nos vomita. El tiempo expele de sus fauces interminables filamentos donde se anudan y se forman rombos con millares de coroticos que seducen a los animales marinos. Liberar a los pescados de estas complejas redes, es como librar de la muerte a aquel solitario capitán que aún se encuentra izando la gran atarraya en el cenit del eterno día, o quizás, de la eterna noche en espera de su único y concluyente amanecer, es decir, el término de la perpetua e infructuosa captura del Uróboros.
JM